Inauguró homenajes al tango, al mate, al guanaco y llevó al Gabinete al corte de cinta de una escultura por el Día de los Enamorados. En plena crisis económica, ofrece un premio al Mundial entre quienes se animen a una foto con una figura política local. Por Lorena Maciel.
El intendente de Río Gallego Pablo Grasso es conocido en Santa Cruz por su particular manera de hacer política: festejos ambiciosos dignos de Las Vegas y falta de precisión a la hora de rendir cuentas por el gasto público. Se lo conoce como un militante ultrakirchnerista adicto a los monumentos y obsesionado con ser el gobernador de su provincia.
Cada uno de sus actos de gobierno tiene ribetes de campaña electoral. En el último año se ocupo de homenajear con obra pública, a animales, objetos y sentimientos Nac&Pop.
Así fue como los aplausos de cotillón lo acompañaron en la inauguración de los monumentos al tango, al mate y al guanaco. Pero sin dudas el homenaje que dejo perplejos a los vecinos de Río Gallegos fue el monumento al Día de los Enamorados. El pasado 13 de febrero, minutos antes de la medianoche, Pablo Grasso junto a todo su Gabinete inauguró la escultura al amor, emplazada en el borde costero de la ría de la capital de Santa Cruz.
Los cuestionamientos por el mal uso del gasto público datan de los cuatro años que estuvo al frente del Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda de la provincia (IDUV). La vocal del Tribunal de Cuentas, Yanina Gribaudo realizó dos denuncias penales por facturas apócrifas en la obra pública (entre ellos el Hospital Samic de El Calafate) y por irregularidades en las obras en edificios públicos, contratación de personal y pagos indebidos o indocumentados.
A fin de año, la oposición lo denunció por gastos millonarios y extravagantes en los festejos del 136 aniversario de Río Gallegos. Se realizó un pedido de informes que aún no fue respondido y en los próximos días presentarán un recurso de amparo de acceso a la información pública para saber cuánto se gastó en la fiesta. En esa oportunidad, Grasso no ahorró ni rindió cuentas sobre las contrataciones a artistas de renombre, jets privados y hoteles de lujo. Río Gallegos por un momento parecía Miami Beach: famosos, música y alegría en las calles, la contracara de un municipio endeudado que aun no aumentó el sueldo a sus empleados de planta.
En marzo de este año, los concejales de la oposición lo denunciaron por peculado de servicios, es decir uso de recursos del municipio por propaganda política. Fue por otro presunto despilfarro en el aniversario de la localidad vecina de Gobernador Gregores. Grasso sorprendió a los vecinos repartiendo souvenires de acrílico que tenían su nombre.
A esta lista de festejos disparatados sin rendición de gastos se suma el insólito concurso para viajar a Qatar. El miércoles, los tres concejales de la oposición Pedro Muñoz (Coalición Cívica), Leonardo Roquel y Daniel D’Amico (ambos UCR) se presentarán ante la justicia para ampliar la denuncia por malversación de fondos, peculado y violación a la ley de ética publica que se radicó en los festejos de gobernador Gregores.
La causa la investiga la jueza Valeria López Lestón, titular del juzgado de Instrucción penal de Río Gallegos y prima segunda de Néstor Kirchner. El fiscal avanza lentamente en la búsqueda de pruebas.
En las próximas semanas se radicará otra denuncia penal donde se van a solicitar los expedientes de licitación de obras públicas del Municipio. Se calcula que desde que asumió, Grasso realizó un estimado de 40 licitaciones que no tienen información de gastos, ni concursantes.
Adepto a festejar cualquier aniversario y renuente a que le cuestionen o controlen sus decisiones y gastos de Gobierno, Grasso goza con el beneficio de ser caudillo en su tierra: cuenta con gente que le responde en la justicia, en los organismos de control y mayoría automática en el Consejo Deliberante.
En las áridas y lejanas puertas del fin del mundo, Grasso vendría a encarnar lo peor de la vieja política: demagogia e impunidad.