Con una extensa trayectoria en todos los escalafones de los Tribunales, donde tramitó causas sensibles al poder, hoy se animó a rechazar con dureza los cuestionamientos del Presidente al Poder Judicial.
Por Lorena Maciel para TN
Carlos Rívolo es uno de los pocos fiscales de Comodoro Py que no le teme a la exposición pública. Seguramente ese fue uno de los motivos por el cual en el 2016 sus colegas le pidieron ser presidente de la Asociación de Fiscales y Funcionarios de la Nación (AFFUN), una entidad con 15 años de antigüedad pero invisible hasta el momento.
Nació en la ciudad de Buenos Aires en noviembre de 1963, egresó del Colegio San José en 1980 y dos años más tarde comenzó a trabajar como empleado administrativo en Tribunales. Sus allegados aseguran que desde chico siempre tuvo absoluta certeza de su vocación por el derecho y su hobby por el blues.
Se graduó de abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA cuando ya caminaba con soltura los pasillos de los juzgados y fiscalías que investigaban al poder. Hace 39 años que ese fuero es su segunda casa, conoce a todos y vio pasar un desfiladero de ministros, expresidentes, amigos del poder y hasta espías de la SIDE que mas de una vez intentaron frenarlo con carpetazos burdos y hasta risueños.
Como anécdota destacada siempre cuenta que una vez, en plena investigación de la causa contra Amado Boudou, intentaron apretarlo enviándole a su casa una foto donde se lo veía con una mujer. Una foto sacada a distancia con un poderoso lente y escondido en alguna planta de la ciudad. Esa mujer era ni mas ni menos que su pareja. “Así trabaja la SIDE”, recuerda el fiscal.
Rívolo pasó por todos los escalafones de tribunales: fue pinche, auxiliar, escribiente, oficial de justicia, prosecretario y secretario del Juzgado Federal número 2, que en ese entonces, ya década del 90, tenía como titular a Jorge “Patti” Ballestero.
Cuando en 1995 Gabriel Cavallo fue nombrado juez federal, Rívolo tuvo la posibilidad de dar el salto: el entonces ministro de Justicia menemista Rodolfo Barra lo nombró titular de la Fiscalía, puesto que mantiene hasta el día de hoy.
A partir de allí empezó con un derrotero de causas judiciales, con el punto de partida en una de mucha resonancia a nivel nacional e internacional: el documento trucho y radicación ilegal en la Argentina del traficante de armas amigo de Carlos Menem Monser Al Kassar. Tras la condena a 8 años de prisión, Rívolo avanzó con otras acusaciones que tocaron la médula de la gestión menemista: IBM-DGI, Operativo Sol sin Drogas (donde Diego Maradona en el verano de 1996 recomendaba a los chicos no drogarse).
Sin dudas una causa que marcó un antes y un después en su carrera y en su vida fue la tragedia de LAPA, ocurrida el 31de agosto de 1999 frente al Aeroparque de Buenos Aires. Durante esa investigación Rívolo, trabajando junto al juez federal Guillermo Literas, logró demostrar que la caída del avión no fue producto de un error humano, sino de una cadena de corrupción e impunidad que involucraba a empresarios y funcionarios del Estado. Luego de esa causa judicial cambió el sistema de aeronavegación comercial en la Argentina. El costo no fue gratis: lo amenazaron de muerte en varias oportunidades, tanto a el como a su familia.
Con la llegada del kirchnerismo al poder tuvo entre sus manos otras causas sensibles como la acusación a Ricardo Jaime por violación a los deberes de funcionario público. Los Sauces y una de las que mas afectó a Cristina Fernández de Kirchner: Ciccone Calcográfica. En marzo del 2012 Rívolo acusó al vicepresidente de la Nación Amado Boudou de comprar la imprenta que fabricaba billetes.
Esa causa sensible provocó una ruptura de alianzas en el seno del poder kirchnerista y cambió el “círculo rojo” de CFK, que finalmente comprendió que los enemigos estaban mas adentro que afuera de su partido político. Rívolo ahora va por más. Habla de “coacción al trabajo de los fiscales” y de un “pelotón de fusilamiento” con la reforma al Ministerio Público que pretende realizar el presidente Alberto Fernández.
No tiene miedo, es dialoguista y defiende apasionadamente el sistema acusatorio y la oralidad como los pilares de la reforma judicial que necesita el país. Rívolo dice lo que muchos de sus colegas callan y avanza como cuando jugaba al rugby en el club Pueyrredón. En esa época, en su juventud, jugaba de apertura. Se llevaba todo por delante y nadie lo paraba. ¿Será lo mismo en esta oportunidad?