Hace un año despedíamos el 2022 con una sonrisa de oreja a oreja, tanto más o más contentos que ahora. De pronto, esto que es música para los oídos, ese gol que nos consagró campeones, esos relatos interminables, las canciones que bailamos en la calle nos devolvieron a los argentinos tantas cosas: nos devolvieron las ganas, el diálogo, la dignidad, el buen humor.
Los que llegaban a Ezeiza a visitar a sus familiares no hablaban de Milei, ni de política. Hablaban de Messi, del milagro, del fútbol argentino que es el principal embajador de nuestro ADN. Por primera vez no nos peleábamos, a diferencia de las últimas décadas donde tuvimos una convivencia tan áspera. Hemos tenido tantas grietas y ahora nuevamente ella se profundiza una vez más.
Hace un año se había limado la grieta, sabíamos hablar de los argentinos unidos por una firme identidad que todavía la tenemos y que marca también nuestras diferencias y que lamentablemente ahora se nota más esas diferencias que una unión.
Hace un año teníamos ilusión, habíamos ganado un mundial pero habíamos ganado mucho más que eso; habíamos logrado poder superar las diferencias, habíamos ganado a la grieta y ahora estamos de nuevo en un lugar que pareciera no hay retorno.
Hace un año hubo un tema que nos representó tal como somos: Acaramelao de Wos. Cómo no te voy a pedir que lo vuelvas a intentar, que no bajes los brazos, que no lo vuelvas a intentar si eso somos los argentinos. Estamos despidiendo un año que tiene un panorama escuro, pero así somos los argentinos podemos caminar en pisos resbalosos, pero siempre lo volvemos a intentar
